Mucho antes de lo
esperado por la investigación científica, el ser humano ha forjado el
calentamiento global desde antes del siglo XX, durante las primeras etapas de
la revolución industrial, causando que
el clima medio sobrepase la variabilidad normal en los siglos anteriores a dicha
revolución. Como consecuencia del calentamiento global se da el cambio
climático, noticia y problema actual del cual es inevitable haberse enterado.
El término de “financiación climática” hace
referencia a la descripción de los flujos financieros de los países
desarrollados a los países en desarrollo para financiar las actividades de
mitigación y adaptación del cambio climático. A modo de definición está claro
pero… ¿quiénes son los encargados de desembolsar esta ingente cantidad de
dinero?
La Unión Europea y sus estados miembros son el
mayor proveedor de financiación pública climática. Sus contribuciones llegaron
a los 21,700 millones de euros en 2018, frente a los 20,400 millones de euros
de 2017. Estas contribuciones fueron exitosas y se utilizaron para iniciativas
de mitigación del cambio climático en los países en desarrollo. Las últimas
cifras dicen que la Unión Europea puede ampliar su contribución internacional a
financiar este proyecto para alcanzar
una meta de 100 mil millones de dólares por año, establecida para
los países industrializados para 2020 y hasta 2025, año en que las partes
establecerán una nueva meta cuantificada colectiva.
Al hilo de la
financiación pública destinada a luchar contra el cambio climático existen
muchas contribuciones bilaterales de países como Reino Unido, Alemania,
Francia, España, Dinamarca, Noruega, Estados Unidos, Canadá, Japón o Australia,
canalizadas a través de iniciativas de Naciones Unidas, de la Unión Europea o de
bancos multilaterales de desarrollo.
En este contexto,
en los últimos años se ha producido el desarrollo de nuevos instrumentos de
financiación verde, siendo los bonos verdes el más avanzado. Son bonos emitidos
tanto por entidades públicas como privadas cuyo fin es obtener fondos para
financiar proyectos dedicados a la sostenibilidad del medio ambiente. Desde
2007 que se produjo la primera emisión por el Banco Europeo de Inversiones. El
mercado ha sido especialmente activo con emisiones de este tipo de bonos tanto
de instituciones financieras como no
financieras e incluso tesoros.
España es uno de
los países europeos donde el impacto agregado del cambio climático es más
intenso, teniendo en cuenta daños potenciales tanto físicos, ambientales,
económicos, sociales como culturales. Los veranos ya duran cinco semanas más y
en las ciudades la temperatura ha subido el doble que la media mundial.
Además, España se
encuentra, en comparación con el resto de Europa, entre los países con menor capacidad de adaptación a dicho cambio
climático, calculado como la combinación de la capacidad económica, de las infraestructuras,
tecnología, conocimiento, sensibilización y la capacidad institucional.
Cabe añadir que la
tierra ya ha sufrido periodos de calentamiento y enfriamiento de forma natural,
pero estos ciclos siempre han sido mucho más lentos,
necesitando millones de años. Actualmente, por el contrario, y como
consecuencia de la actividad humana, se está llegando a alcanzar niveles que en
otras épocas llevaron a extinciones en apenas 200 años.
Es necesario pedir que los gobiernos
garanticen un juego limpio, seguir intentando producir con menos CO2 y para
ello utilizar otras fuentes de energía, la implementación urgente del Acuerdo
de París con objetivos realistas y necesidad de una arquitectura financiera
climática potente a nivel global que englobe no solo al sector público (que
incluye instituciones financieras de desarrollo y bancos multilaterales) sino también al sector privado.
La utopía lleva a
la realidad, y solamente dándonos cuenta de que existe un problema se podrá
llegar a reducir su impacto, y ojalá que en un futuro solventarlo por completo.
Irene Rabal Marco
[artigo de opinião produzido no âmbito da unidade curricular “Economia Portuguesa e Europeia” do 3º ano do curso de Economia (1º ciclo) da EEG/UMinho]
[artigo de opinião produzido no âmbito da unidade curricular “Economia Portuguesa e Europeia” do 3º ano do curso de Economia (1º ciclo) da EEG/UMinho]
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