Son tiempos
convulsos ahora mismo en Europa. La economía mundial parece que se acerca de
nuevo a una recesión. Las últimas previsiones de la OCED para este último
cuatrimestre de 2019 confirman el frenazo en la economía mundial, y las
previsiones sobre el crecimiento no son muy esperanzadoras. Además, las
previsiones del año que viene no hacen más que corroborar lo anteriormente
dicho, mostrando un futuro desempeño de la economía mundial peor que en 2008. De hecho, este crecimiento no debería alcanzar más que 2,9% en 2019 y 3% el
siguiente año. Todo esto tiene su explicación en numerosos retos que debe
enfrentar la sociedad internacional. Entre ellos, por ejemplo, se encuentra la
guerra comercial entre Estados Unidos y China y, especialmente sensible para la
situación de Europa, se encuentra el Brexit.
El Brexit es uno de los temas actuales
que más preocupa a Europa. Es un proceso político en curso que persigue el
abandono de su condición de estado miembro de la Unión Europea. Tras un
referéndum celebrado el 23 de junio de 2016 en el que el 51,9% de los votantes
votó a favor de abandonar la Unión Europea, el Gobierno invocó el artículo 50
del Tratado de la Unión Europea, iniciando un proceso de dos años que debió concluir
con la salida del Reino Unido el 29 de marzo de 2019. Debido a los
acontecimientos acaecidos, ese plazo se ha alargado hasta el 31 de octubre de
2019.
Reino Unido pertenece a la Unión Europea
desde 1972, (Comunidad Económica Europea, entonces) En dicho país ya hubo en su
momento otros intentos en los que se planteó la idea de abandonar la CEE en el
1975. Más tarde, ya en los años setenta y ochenta el Partido Laborista, la
izquierda del país, fue el que defendió dicha posición. No fue por tanto hasta
el 2010 cuando el movimiento anti europeísta recuperó fuerza en el país
anglosajón. El primer ministro David Cameron
prometió hacer un referéndum sobre la permanencia o no la Unión Europea
en 2016, donde ganó el no por un
51,9% de los votos. Esto abrió un proceso caótico en la política europea e
inglesa que llega hasta nuestros días, con una gran incertidumbre y
preocupación por la forma en que esa posible ruptura entre Reino Unido y la UE
se haga de forma pactada o no. Esto sin
duda traerá algunas complicaciones a nivel económico, que es lo que nos
preocupa especialmente en este momento.
Está claro que los efectos del Brexit en
cuanto se refiere a la economía implicará un impacto negativo tanto en Reino
Unido como en los estados miembros. Ese impacto dependerá de si la ruptura se
hace con o sin acuerdo. El Banco de Inglaterra ha advertido que un Brexit duro
(en su peor escenario que supondría cierre de fronteras y mercados) podría
implicar una contracción de hasta el 8% en la economía británica en un año, un
efecto negativo que sería peor que la crisis financiera mundial. En un
escenario de un Brexit menos duro, pero aún sin acuerdo, la economía se
contraería alrededor de un 3%. Además el comercio también se verá afectado.
En función del acuerdo o no final, se
podrían levantar barreras al comercio que afectarían a muchos sectores
económicos británicos. Reino Unido destaca en las exportaciones de automóviles,
alimentos, bebidas y tabaco. En caso de Brexit, esto obligaría a la UE a
implantar aranceles a los productos de procedencia británica, viéndose así
perjudicadas sus exportaciones.
Como es lógico, una salida de Reino
Unido de la UE traería consigo efectos negativos también para para la propia
Unión. República Checa, Polonia y
Hungría serán, según un informe de ING, de los países europeos más afectados
por el Brexit. Los cambios en las cadenas de suministro y la caída de las
remesas de los trabajadores en Reino Unido podrían llegar a provocar una caída
de hasta el 20% en los ingresos de estos países procedentes del exterior. Tanto
Hungría como República Checa tienen una elevada exposición a Reino Unido por la
industria del motor, con porcentajes del 0,2% y 0,3% de sus respectivos PIB relacionado
con la exportación de suministros a Reino Unido. En cuanto a Polonia, Gran
Bretaña es el segundo mayor mercado de exportación para el país, que mantiene
un superávit comercial con el Reino Unido por un valor de poco más de 8.000
millones de euros al año.
En lo que respecta concretamente a
España, en el terreno de los intercambios comerciales, las exportaciones
españolas de bienes y de servicios dirigidas a la economía británica suponen el
3,3% del PIB, porcentaje algo inferior a la exposición promedia de la zona del
euro frente al Reino Unido. Es sin embargo, más elevado que los respectivos
porcentajes de Francia e Italia.
En el caso del turismo, el Reino Unido
es nuestro primer mercado emisor, lo que representa alrededor del 20% de las
entradas de turistas y del gasto total. En 2018, aunque las entradas de
turistas procedentes de dicho país disminuyeron cerca del 2%, su gasto total
aumentó el 3%. En cuanto a las exportaciones de bienes, el Reino Unido es
nuestro quinto socio comercial, que representa cerca del 7% del total, de
acuerdo con los datos de Aduanas. Destacan dentro del grupo de bienes de
consumo, los automóviles y los alimentos, y las bebidas y el tabaco (el 11% y
el 9% del total, respectivamente). En bienes de capital, destaca el material de
transporte (el 13% del total).
Por el lado financiero, la exposición de
España al Reino Unido, aunque relevante, es, como en el caso del comercio,
también algo inferior a la del promedio del área del euro. “Los resultados
sugieren que los costes para la economía española de una eventual salida del
Reino Unido de la UE podrían ser significativos, dependiendo del escenario que
finalmente se materialice, pero probablemente, no desmesurados”, señala el
Banco de España. Según estas estimaciones, un Brexit con acuerdo comercial
supondría una caída del PIB de 0,02 puntos al cabo de cinco años; del 0,5
puntos en caso de Brexit ordenado pero sin acuerdo y del 0,82 puntos
porcentuales en caso de Brexit desordenado y sin acuerdo.
Como podemos ver por tanto, el Brexit es
una situación que debe preocupar bastante a las economías europeas. Quizás la
salida más lógica sería el de llegar a un acuerdo para suavizar los efectos del
Brexit y evitar un desplome entre las economías de un lado y otro del Canal de
la Mancha. Otra de las cuestiones a tener en cuenta es si de verdad la
población británica está preparada para abandonar la UE, puesto que la victoria
del no fue cuanto menos ajustada. Todo esto plantea un escenario enrevesado a
la espera de un desenlace pactado, para bien de todos.
Paco
Jiménez
[artigo de opinião produzido no âmbito da unidade curricular “Economia Portuguesa e Europeia” do 3º ano do curso de Economia (1º ciclo) da EEG/UMinho]
[artigo de opinião produzido no âmbito da unidade curricular “Economia Portuguesa e Europeia” do 3º ano do curso de Economia (1º ciclo) da EEG/UMinho]
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