Si las dos potencias económicas más grandes entran en un
continuo ambiente de hostilidad y desacuerdo… ¿Cómo no nos va a salpicar el
resultado de esas decisiones al resto del mundo?
Todo comenzó en marzo de 2018, cuando el presidente de
Estados Unidos, Donald Trump, decidió imponer unos aranceles a las
importaciones del carbón y del acero procedente de China de 50.000 millones de
dólares. Días más tarde la amenaza estadounidense optaba por aumentar los
aranceles a 100.000 millones de dólares, queriendo con esto defender los
empleos industriales y la economía del país.
Lo que sí está claro es que una potencia como el gigante
asiático no iba a quedarse con los brazos cruzados ante estos ataques y, al ser
el mayor propietario extranjero de deuda estadounidense, podría reducir sus
compras perjudicando así a Estados Unidos y generando controversia. Según
Donald Trump, la industria siderúrgica estadounidense está amenazada de muerte
por la competencia China y supone un peligro para la seguridad nacional, algo
que según ciertos informes es contradictorio ya que EEUU produce el 70% del
acero que consume, destinando solamente el 3% para uso militar, sin estar China
entre los 10 primeros proveedores. Así, pues, lo que indica que el empleo en la industria
siderúrgica haya disminuido no es por culpa de China, sino por otros factores
como son la tecnología.
Otro
de los propósitos de Trump con estas medidas es perjudicar los productos de la
iniciativa “ Made in China 2025”, cuyo
objetivo es aumentar y consolidar la industria manufacturera China para
convertir al país en el líder de la innovación internacional, con capacidad de
influir sobre el resto de los países.
Lo que se logra con esta imposición arancelaria realmente es
dañar la competitividad de las empresas norteamericanas, disminuir las
exportaciones al resto del mundo y destruir gran cantidad de empleos. Todo esto
queda explicado con el razonamiento de que el arancel afecta a productos
utilizados en el proceso productivo de las empresas norteamericanas, que
acabarán siendo los productos finales que estas empresas exportan. Así, pues,
esto puede desencadenar en una subida de precios para mantener el margen de
beneficios. Al subir el precio, los consumidores responderán comprando menos, lo
que irá acompañado de una disminución de las ventas, al disminuir las ventas
hacen falta menos trabajadores con lo que disminuye el empleo. El precio
relativo de esos bienes aumenta, con lo que se ve reflejado en una disminución
de la competitividad.
Una guerra comercial contra las importaciones chinas dejaría
como mayores afectados las empresas de EEUU, ya que comprar inputs extranjeros obliga a las empresas
a disminuir su coste de producción. Si las empresas estadounidenses quieren
permanecer en el mercado, al no poder competir contra China, tendrían que
vender más barato y para ello deberían empezar por disminuir los costes de
producción, algo que no implica una decisión cualquiera para una organización.
El galopante déficit en el que está sumido EEUU por las
rebajas fiscales de Trump ha acarreado un déficit anual de las cuentas del 40%
en una situación en la que la deuda federal alcanza ya el 106% del PIB nacional.
Así, pues, al versen enfrentadas estas
dos grandes potencias, además de sufrir ellas mismas, como es lógico, también tiene efectos sobre el resto del
mundo, reflejándose esto en que más del
90% de los productos que se verán perjudicados por los aranceles de EEUU son
productos necesitados para hacer otro tipo de productos, afectando así al
producto final cuya elaboración se complica.
La Eurozona es hoy la región con mayor superávit por Cuenta Corriente del mundo. En 2018, llegó a superar los 465.000 millones de $ de beneficios. Fue una inyección de divisas que permitió a la región vivir los meses más felices desde la burbuja inmobiliaria, hasta que llegó la guerra comercial. Siendo así, Europa es la principal víctima, viéndose obligada a limitar la demanda interna por verse cada vez más débil la demanda externa, mermando así un sistema de competitividad y exportaciones propulsado por Alemania que habían seguido desde la crisis de 2008.
Así pues, el Banco de España advierte que la guerra comercial acabará desencadenando en una disminución del PIB mundial del 0.25% respecto a la situación inicial, la Eurozona sufrirá una disminución del 0.2%, EEUU disminuirá el 0.26% del PIB y China del 0.38% del PIB.
Al encontrarnos en un ámbito de incertidumbre económica, la desconfianza entre los inversores y operadores generaría impactos adversos muy importantes, como pueden ser el aumento de las primas de riesgo, y puede darse que los planes de inversión se retrasen o cancelen y de que el comercio acabe sufriendo.
A grandes rasgos, se puede decir que Europa sufre las consecuencias de la guerra comercial por dos vías diferentes. Una de ellas es por la alta participación del continente en las cadenas de valor internacionales. Gran parte de la producción son componentes que usan como insumos industrias de otros países, haciendo que si el comercio global se debilita y las cadenas de valor se rompen, los más afectados son los que tienen mayor superávit exterior.
La Eurozona es hoy la región con mayor superávit por Cuenta Corriente del mundo. En 2018, llegó a superar los 465.000 millones de $ de beneficios. Fue una inyección de divisas que permitió a la región vivir los meses más felices desde la burbuja inmobiliaria, hasta que llegó la guerra comercial. Siendo así, Europa es la principal víctima, viéndose obligada a limitar la demanda interna por verse cada vez más débil la demanda externa, mermando así un sistema de competitividad y exportaciones propulsado por Alemania que habían seguido desde la crisis de 2008.
Así pues, el Banco de España advierte que la guerra comercial acabará desencadenando en una disminución del PIB mundial del 0.25% respecto a la situación inicial, la Eurozona sufrirá una disminución del 0.2%, EEUU disminuirá el 0.26% del PIB y China del 0.38% del PIB.
Al encontrarnos en un ámbito de incertidumbre económica, la desconfianza entre los inversores y operadores generaría impactos adversos muy importantes, como pueden ser el aumento de las primas de riesgo, y puede darse que los planes de inversión se retrasen o cancelen y de que el comercio acabe sufriendo.
A grandes rasgos, se puede decir que Europa sufre las consecuencias de la guerra comercial por dos vías diferentes. Una de ellas es por la alta participación del continente en las cadenas de valor internacionales. Gran parte de la producción son componentes que usan como insumos industrias de otros países, haciendo que si el comercio global se debilita y las cadenas de valor se rompen, los más afectados son los que tienen mayor superávit exterior.
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Fuente: Bloomberg
La depreciación del
yuan implica que los bienes y servicios de éste país también son más baratos.
Un yuan debilitado preocupa dentro de
China, haciendo que baje el poder adquisitivo y debilitando el turismo chino, el cual es muy grande en Europa; tanto
en España como en otros países europeos.
Podemos concluir diciendo, por tanto, que las economías de la
Unión Europea han comenzado a dar muestras de debilidad viéndose bien claro
actualmente el ejemplo de Alemania, país en el que las oleadas de recesión ya
han empezado a azotar, llegando a salpicar hacia el resto del mundo que podría
enfrentarse a una crisis mucho antes de lo esperado.
La solución que a mi parecer haría que EEUU reduzca el
déficit comercial sería imponiendo políticas estructurales, favoreciendo el
ahorro e intentando así mejorando la competitividad de empresas locales.
Irene Rabal Marco
[artigo de opinião produzido no âmbito da unidade curricular “Economia Portuguesa e Europeia” do 3º ano do curso de Economia (1º ciclo) da EEG/UMinho]
[artigo de opinião produzido no âmbito da unidade curricular “Economia Portuguesa e Europeia” do 3º ano do curso de Economia (1º ciclo) da EEG/UMinho]
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