Las monedas sociales son
una herramienta creada y utilizada por comunidades cuyo objetivo es facilitar
los intercambios de productos, servicios, o incluso de conocimientos. Una de
sus principales funciones es recuperar la función para la que nació el dinero:
ser un instrumento de intercambio útil para la comunidad y la economía real. Para
conseguirlo, la moneda social pretende equiparar la moneda con el resto de bienes
físicos, es decir, que el dinero caduque en manos de aquella persona que lo
retenga más de lo necesario.
Las monedas sociales crean
un sistema monetario basado en la confianza, la reciprocidad y la solidaridad.
Sirven como un complemento a la moneda oficial, pero pueden perder valor con el
tiempo a través de un fenómeno llamado oxidación o interés negativo con el
objetivo de evitar su acumulación. Se caracterizan también por tener bajos o
nulos tipos de interés asociados a la moneda local y por su ausencia de
inflación debido a la adecuación de la economía monetaria con la economía real.
Entre los objetivos de
este tipo de cambio se destaca la intención de combatir las crisis financieras
y monetarias a la vez que suavizar las políticas deflacionarias de los bancos
centrales, por la puesta en valor y la cuantificación de los recursos
económicos locales que no están valorados por el sistema monetario oficial.
Además, genera acceso a la moneda y al crédito a las comunidades desmonetizadas
y así intenta reducir la exclusión social y financiera de estos colectivos.
Existen dos formas de
crear este tipo de monedas: El primero de ellos es desde las redes de trueque
(productos) y los bancos de tiempo (servicios). Los bancos de tiempo usan la
divisa tiempo y las redes de trueque una moneda social propia y característica.
En ambos casos se denominan monedas de “crédito mutuo”. El segundo consiste en
las monedas soportadas por euros que se compran con moneda de curso legal y
cuyo objetivo principal es el apoyo del comercio local de proximidad. Esta
ultima forma es la más conocida.
Gracias a las estrechas relaciones entre Portugal
y Brasil, en el país ibérico se aceptó en modelo de monedas sociales para
ferias de corta duración en el centro del país: Coímbra, Santarém, Covilhã.
También existe un nivel de interés muy alto por el modelo Banco Palma que ha
sido muy exitoso en Fortaleza, Brasil.
Una iniciativa muy interesante es la de la Cooperativa Terra
Chã,
en Chãos. Es una cooperativa agraria que produce diferentes productos agrícolas
(principalmente queso de cabra y miel) que sirven de respaldo para emitir su
moneda social. Por ejemplo, si un kilo de queso de cabra vale 15€ y esta
cooperativa produce una tonelada de queso de cabra, puede emitir hasta el
equivalente de 15.000€, siempre y cuando la gente esté dispuesta a consumir
este producto. Como el producto final que quiere la gente es queso, a la gente
le da igual el pago en euro o en moneda social emitida por la cooperativa.
También en Montemor-o-Novo se está preparando
otra iniciativa llamada Mor. La
asociación Rede de Cidadania de Montemor-o-Novo ha estado dialogando
con políticos y comercios locales para
fomentar un consenso para crear una moneda respaldada con euro, similar a Chiemgauer o Bristol Pound.
En mi opinión, las monedas sociales tienen la
gran ventaja de que a través de que sea la comunidad quien gobierna y toma las
decisiones sobre su dinero de forma democrática, se recupera la soberanía
monetaria. Esto, a su vez, hace que se abra la posibilidad de crear nuestro
propio medio de intercambio basado en nuestra propia producción y así la
circulación de dinero convencional se transforma en una circulación suficiente
y abundante.
La economía que crean las monedas sociales es más
sostenible y solidaria y fomenta el comercio justo y ético ente las diferentes partes
de los intercambios. También creo que la moneda social se queda en la localidad
circulando entre los miembros del colectivo que las utiliza y crea riqueza allí
mismo.
Alicia
Muñoz Fernández
[artigo de opinião produzido no âmbito da unidade curricular “Economia Portuguesa e Europeia” do 3º ano do curso de Economia (1º ciclo) da EEG/UMinho]
[artigo de opinião produzido no âmbito da unidade curricular “Economia Portuguesa e Europeia” do 3º ano do curso de Economia (1º ciclo) da EEG/UMinho]
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